Hay nombres que aparecen en mapas antiguos y que, sin previo aviso, desaparecen para siempre. Uno de ellos me intrigó desde la primera vez que lo vi: Tartaria. Extendido por casi toda Asia, con bordes que tocaban desde China hasta Siberia y más allá, el nombre estaba ahí, imponente, pero sin historia. Ninguna clase de historia.
¿Quiénes fueron los tartarios? ¿Dónde están sus ruinas, sus relatos, sus descendientes? ¿Por qué desapareció un territorio tan grande sin dejar rastro? O, peor aún: ¿fue eliminado deliberadamente de la historia?
Esa es la pregunta que muchos se hacen hoy. Y lo que en un principio parece una simple curiosidad geográfica se transforma, rápidamente, en uno de los relatos más fascinantes —y polémicos— del mundo de la historia alternativa.
¿Qué era Tartaria realmente?
Si le preguntaras a un cartógrafo del siglo XVII, probablemente te señalaría una región inmensa y vaga al norte de Asia, y diría: “Eso es Tartaria.” El término “Tartary” o “Tartaria” se usó durante siglos por exploradores y geógrafos europeos para designar aquellas tierras remotas, poco exploradas, que comprendían partes de Siberia, Mongolia, Kazajistán e incluso áreas cercanas al Tíbet.
Pero hay un detalle: no era un país real ni un imperio unificado. Más bien, era una etiqueta —una palabra comodín— para referirse a todo lo que estaba más allá de lo que Europa entendía.
Como si dijeran:
“No sabemos exactamente quién vive ahí, pero los llamaremos ‘tártaros’ y a su tierra, Tartaria.”
No era una civilización perdida, sino una categoría vaga. Hasta ahí, todo claro.
Pero en tiempos recientes, esa palabra antigua ha cobrado nueva vida… y con ella, una teoría tan fascinante como inquietante.
El mito moderno: una civilización borrada
En algún punto de la última década —no está claro exactamente cuándo— empezaron a circular por internet mapas antiguos que mostraban a Tartaria como una gran región, a veces incluso titulada “Imperio Tártaro”.
Y con esos mapas, surgió una pregunta que lo cambia todo:
¿Y si Tartaria no fue solo una palabra en mapas antiguos, sino el nombre de un imperio global, tecnológicamente avanzado, borrado a propósito de la historia?
A partir de ahí, el relato se volvió más complejo:
Que Tartaria poseía una tecnología desconocida, tal vez basada en energía libre.
Que la arquitectura monumental del siglo XIX (construcciones neoclásicas, cúpulas, columnas, etc.) era en realidad de origen tartario.
Que en algún punto hubo una gran inundación de barro que sepultó ciudades enteras, y que el mundo posterior fue construido sobre esas ruinas.
Que las élites del siglo XIX reescribieron la historia para eliminar todo rastro de esta civilización y quedarse con su conocimiento.
Sé que suena como una mezcla de ciencia ficción, historia alternativa y conspiración global. Y, sin embargo, hay miles de personas en todo el mundo convencidas de que todo esto es cierto.
¿Y las pruebas?
Esa es la parte difícil. Porque no hay pruebas sólidas de la existencia de un imperio tartario real. Ni monedas. Ni textos. Ni lenguas documentadas. Ni ruinas identificables. Solo mapas antiguos, algunas fotos misteriosas y una sensación muy contemporánea de que “algo no cuadra” en la historia oficial.
Pero eso no detiene a los defensores del mito. De hecho, lo alimenta. Porque si Tartaria fue deliberadamente borrada, la ausencia de pruebas es la prueba.
Desde una mirada más crítica (y aquí me posiciono con cautela), la mayoría de los elementos usados para sustentar esta teoría tienen explicaciones mucho más sencillas:
Las similitudes arquitectónicas no son prueba de una civilización global, sino de la expansión del estilo neoclásico durante los imperios europeos.
Los mapas con el nombre de Tartaria no indican un imperio real, sino un término geográfico en desuso.
Las “inundaciones de barro” pueden explicarse por la acumulación de tierra en ciudades antiguas con construcciones parcialmente soterradas por el tiempo.
Pero aún así, entiendo por qué la gente se deja fascinar.
¿Por qué nos atrae tanto la idea de una civilización oculta?
Porque Tartaria, más que un imperio, es un símbolo. Representa todo lo que pudo haber sido y fue perdido. En un mundo saturado de información contradictoria, crisis globales, instituciones que fallan y narrativas oficiales que muchas veces suenan huecas, la idea de una civilización sabia, avanzada, más justa o incluso más bella, que fue eliminada de los libros por intereses ocultos… tiene un poder magnético.
Tartaria, en ese sentido, funciona como una utopía retroactiva.
No es historia, es deseo. No es arqueología, es nostalgia por algo que nunca conocimos, pero que desearíamos que hubiera existido.
Y quizás, eso es lo más humano de todo este relato.
Entonces, ¿existió Tartaria? Sí, como nombre geográfico, como mito cultural, como símbolo de una historia inconclusa.
¿Existió como civilización avanzada, global, suprimida por poderes ocultos? Lo más probable es que no. Pero esa pregunta seguirá viva, porque apela no solo a hechos, sino a emociones.
Y en el fondo, cada generación necesita sus propias leyendas. Tartaria es una de las nuestras. No importa si es verdad o no. Lo que importa es por qué queremos que lo sea.
Imagen de portada: Mapa del imperio de Tartaria. (Dominio público)
Muy interesante! Autores como el británico Graham Hancock defienden esta postura del "reset", donde hablan de civilizaciones avanzadas que fueron borradas del mapa por catástrofes naturales. Está el asunto de Gobekli Tepe, por ejemplo, una ciudad subterránea en Turquía que data de unos 14.000 años de antigüedad, poniendo en jaque lo que hasta ahora se sabía de las sociedades sedentarias avanzadas. Conspiraciones aparte, este tipo de temas son realmente interesantes.