Enfrentamiento celestial: Ares vs. Atenea y el arte de la guerra griega
En la antigua Grecia, la guerra ocupaba un lugar central en la sociedad, lo que se refleja en el panteón olímpico con dos divinidades dedicadas a este ámbito: Atenea, la diosa de la sabiduría bélica, y Ares, el impetuoso dios de la guerra sangrienta. Esta dualidad en la representación divina subraya la significativa influencia del conflicto armado en el orden social y en la vida cotidiana de aquel tiempo. Entre los años 800 a.C. y 500 d.C., la civilización griega forjó una serie de principios e ideas filosóficas que no solo moldearon a sus líderes militares, sino que también sentaron las bases de muchas teorías y filosofías sobre la guerra moderna que aún prevalecen en nuestros días.
Rivalidades divinas: Cuando la disputa familiar escala a guerra
Aunque Ares y Atenea compartían el ámbito de la guerra, en la mitología griega no formaban un equipo unido como hermano y hermana. De hecho, se mostraban más como rivales acérrimos que como aliados fraternales. Esta animosidad no solo se reflejaba en los mitos, sino que también influía profundamente en la sociedad griega, que a menudo los contraponía en sus narrativas y prácticas religiosas. Esta rivalidad mitológica entre los dos dioses bélicos refleja una complejidad de diferencias ideológicas y estratégicas que resonaron hasta culminar en la confrontación militar entre Esparta y Atenas, conocida como la Guerra del Peloponeso, que estalló en el año 431 a.C.
La doble cara de la guerra en la mitología griega
Es esencial comenzar entendiendo las características distintivas que las antiguas y modernas referencias asignan a Ares y Atenea. Ares, en el corazón de la violencia, representaba el aspecto más brutal de la guerra, inmerso en el caos de la batalla. Por contraste, Atenea, diosa de la estrategia y la sabiduría, dedicaba su existencia a la planificación y táctica, a menudo orquestando sus planes para que dioses masculinos o mortales los llevaran a cabo. Ares, en cambio, era conocido por su participación activa y directa en el combate.
En la sociedad, Atenea era venerada no solo como estratega, sino también como protectora. Su arma icónica, el escudo, simboliza su rol defensivo y su habilidad para participar en conflictos de manera medida y por causas nobles. Además, su ingenio es legendario, atribuyéndosele invenciones cruciales para la guerra, como la brida, que revolucionó la caballería. Su influencia estratégica se ejemplifica en la Ilíada, donde, bajo su consejo, Odiseo ideó el caballo de Troya.
Ares, por otro lado, se caracterizaba por su crueldad y agresividad, emprendiendo guerras por el mero placer de combatir. Su enfoque en la confrontación sin restricciones lo hacía menos respetado, siendo su reputación una que provocaba más temor que admiración o respeto. Esta diferencia en sus enfoques y la manera en que eran percibidos refleja profundamente el contraste entre la brutalidad y la táctica en el campo de batalla.
La singularidad de Ares como dios de la guerra
Las tablillas de arcilla de la Edad del Bronce, encontradas en los archivos de palacios como Knossos y Micenas, son las fuentes más antiguas que conocemos para los nombres de los dioses griegos. Estos registros nos han revelado los nombres de muchas deidades principales, incluyendo a Zeus, Deméter, Poseidón, Hermes, Atenea, Hera, Dioniso y Hefesto, además de varios dioses menores, algunos de los cuales perdieron prominencia tras el declive de los palacios micénicos.
Curiosamente, en estas tablillas no aparece mencionado Ares. Sin embargo, surge un nombre diferente: Enyalius, que podría referirse a una deidad bélica anterior o incluso ser un sinónimo de Ares. Este vínculo es apoyado por referencias literarias posteriores; por ejemplo, el poeta Arquíloco de Paros, activo en el siglo VII a.C., y Homero en la Ilíada, ambos utilizan "Enyalius" como un nombre alternativo para Ares.
Esta posible sinónima entre Ares y Enyalius no parece ser coincidencia. A diferencia de otras divinidades, Ares apenas figura en mitos y tiene escaso culto en los templos, lo que refleja una valoración menor en comparación con deidades como Atenea. Lewis Richard Farnell incluso describe a Ares como una deidad de menor importancia para la historia social y religiosa de Grecia, haciéndolo un personaje algo marginal en el panteón griego.