En una modesta oficina de Leningrado, lejos de las pirámides de Chichén Itzá o los templos de Palenque, un lingüista soviético desentrañó uno de los mayores enigmas de la historia mesoamericana. Yuri Knorozov, con su gata Asya como fiel compañera, logró en 1953 descifrar la escritura maya, un sistema de glifos que había desconcertado a los estudiosos durante siglos.
Su trabajo, inicialmente ignorado por el mundo académico occidental, abrió las puertas al pasado de una civilización sofisticada. Esta es la historia de un hombre, su ingenio y una felina que, según él, merecía compartir el crédito.

La escritura Maya
Los mayas, que florecieron en Mesoamérica desde el 2000 a.C. hasta la llegada de los españoles en el siglo XVI, dejaron tras de sí ciudades de piedra, observatorios astronómicos y una escritura compleja. Sus glifos, tallados en estelas, pintados en cerámicas y escritos en códices de corteza de amate, narraban historias de reyes, guerras y rituales.
Sin embargo, tras la conquista española, la mayoría de los códices fueron destruidos, y el conocimiento de la escritura se perdió. Para el siglo XX, los arqueólogos podían leer los números y fechas mayas, pero los textos históricos permanecían mudos.
El principal obstáculo era la creencia de que los glifos eran ideográficos, representando ideas en lugar de sonidos. Esta idea, defendida por figuras como Eric Thompson, el arqueólogo británico líder en estudios mayas, hacía que el desciframiento pareciera imposible. Sin embargo, en la Unión Soviética, un joven lingüista estaba a punto de desafiar esta ortodoxia.
Yuri Knorozov: Un lingüista en la sombra
Nacido el 19 de noviembre de 1922 en Pivdenne, cerca de Járkov, Ucrania, Yuri Knorozov creció en una familia de intelectuales rusos. Desde joven mostró un talento excepcional para los idiomas y las escrituras antiguas, estudiando egiptología y etnografía en la Universidad Estatal de Moscú.
Durante la Segunda Guerra Mundial, su salud frágil lo eximió del combate, pero su vida académica se vio interrumpida. En 1945, al reanudar sus estudios, Knorozov se sumergió en el estudio de sistemas de escritura, desde los jeroglíficos egipcios hasta los textos medievales japoneses.
En 1947, su profesor Sergei Tokarev le sugirió explorar el “alfabeto de Landa”, un documento del siglo XVI creado por el obispo español Diego de Landa. Este texto, parte de la Relación de las Cosas de Yucatán, pretendía transcribir los glifos mayas en letras latinas, pero los estudiosos lo consideraban poco fiable. Knorozov, sin embargo, vio en él una clave.

Mientras ordenaba archivos de guerra en Moscú, encontró reproducciones de los códices mayas —el Dresde, el Madrid y el París— y una copia del trabajo de Landa, traídos de Alemania tras la guerra. Estos documentos, junto con su formación en lingüística, le dieron las herramientas para abordar el enigma.
La chispa del desciframiento
Knorozov propuso una idea radical: los glifos mayas no eran solo símbolos pictóricos, sino un sistema silábico, donde los signos representaban combinaciones de consonantes y vocales. Inspirado por el desciframiento de los jeroglíficos egipcios por Jean-François Champollion, quien usó la Piedra de Rosetta, Knorozov argumentó que el “alfabeto” de Landa no era un alfabeto literal, sino una lista de sílabas. Por ejemplo, Landa registró que el sonido “ka” correspondía a un glifo específico. Knorozov cruzó estos datos con los códices, identificando patrones repetitivos.
En 1952, publicó su artículo seminal en la revista Sovietskaya Etnografia, demostrando que glifos como “ku” y “tzu” formaban palabras como kutz (pavo) o cuch (carga). Su método, basado en estadísticas posicionales y análisis lingüístico, reveló que la escritura maya era una mezcla de logogramas (signos para palabras completas) y signos fonéticos. Este enfoque permitió leer nombres de gobernantes, fechas y eventos históricos en las estelas mayas.
Asya: La compañera felina
En el corazón de esta hazaña intelectual estaba Asya, una gata siamesa llamada formalmente Aspid, que acompañaba a Knorozov en su escritorio. Su relación con Asya era más que afectiva; Knorozov la consideraba una colaboradora. En un manuscrito, llegó a incluirla como coautora, aunque los editores, poco receptivos al humor del lingüista, eliminaron su nombre.
Como respuesta, Knorozov insistía en usar una fotografía con Asya como su imagen oficial, irritándose cuando los editores la recortaban. En México, donde su trabajo fue finalmente celebrado, un monumento en Mérida lo muestra sosteniendo a Asya, con glifos mayas grabados en el reverso.

Aunque algunas fuentes sugieren que Asya inspiró a Knorozov al observar cómo enseñaba a su cría a cazar, relacionando esto con la comunicación animal y humana, esta conexión parece más anecdótica que central en su desciframiento. Su artículo de 1973 sobre clasificación de señales, donde exploró la comunicación, menciona estas observaciones, pero su trabajo con los glifos mayas se basó principalmente en análisis lingüístico.
Un triunfo ignorado
El desciframiento de Knorozov no fue bien recibido al principio. En plena Guerra Fría, los académicos occidentales, liderados por Thompson, desdeñaron su trabajo, en parte por su origen soviético y en parte por su desafío a las teorías establecidas. Thompson insistía en que los glifos eran simbólicos, no fonéticos. Además, Knorozov nunca visitó los sitios mayas durante su investigación, trabajando únicamente con documentos en la URSS, lo que alimentó el escepticismo.
Sin embargo, en la década de 1960, otros estudiosos, como Tatiana Proskouriakoff y Michael D. Coe, comenzaron a validar el enfoque de Knorozov. Proskouriakoff demostró que las estelas registraban eventos históricos, como coronaciones y batallas, apoyando la idea de una escritura fonética. Para los años 1970, el método de Knorozov era ampliamente aceptado, y sus traducciones de textos mayas, publicadas en 1975, consolidaron su legado.
El legado de Knorozov y Asya
Knorozov vivió para ver su trabajo reconocido. En los años 1990, ya anciano, visitó México y Guatemala, donde fue honrado con la Orden del Águila Azteca y la Gran Medalla Presidencial. En Mérida, expresó:
“En mi corazón, siempre seré mexicano.”
Murió en 1999, dejando un legado que transformó nuestra comprensión de los mayas. Hoy, los glifos mayas nos hablan de una civilización que registró su historia con precisión y belleza.
Asya, inmortalizada en el monumento de Mérida, sigue siendo un símbolo del ingenio y la humanidad de Knorozov. Aunque su rol como “coautora” fue más un guiño afectivo que una contribución científica, su presencia en la vida del lingüista nos recuerda que incluso los mayores descubrimientos pueden tener un toque de calidez.
Yuri Knorozov descifró la escritura maya desde un escritorio en la URSS, desafiando siglos de misterio y décadas de escepticismo. Con los códices mayas, el “alfabeto” de Landa y su ingenio lingüístico, reveló que los glifos contaban historias de reyes, guerras y rituales. A su lado, Asya, su gata siamesa, añadió un capítulo inolvidable a esta hazaña, recordándonos que la historia, como los glifos, está llena de detalles sorprendentes.
Imagen de portada: Retrato de Yuri Knorozov. (almomento.mx)
¡Excelente post! En el libro "La reina roja" de Adriana Malvido, la periodista relata su entrevista con el señor Knorozov en su visita a México, da una perspectiva muy diferente de él. Los mayas son un tema muy interesante para mí, actualmente estoy tomando un curso sobre escritura y lectura maya, espero en el futuro compartir un post con lo más relevante por acá.
Increíble historia.
Muchos no saben que fue un lingüista soviético, trabajando desde su casa en Leningrado y con su gata Asya como compañera, quien logró descifrar la escritura maya, algo que parecía imposible durante siglos. Me ha encantado cómo explicas todo paso a paso y haces fácil de entender un tema tan complejo.
Además, la parte de Asya le da un toque muy humano.
Me quedo con una pregunta para quienes lean esto: ¿cómo habría sido este descubrimiento si Knorozov hubiera tenido acceso a las herramientas digitales que tenemos hoy?
Gracias por compartir esta joya. Espero con ganas tu próximo artículo.