Ohaguro (お歯黒), que se traduce literalmente como "dientes ennegrecidos", fue una práctica ampliamente difundida en Japón que consistía en teñir los dientes de un color negro intenso. Aunque la costumbre de ennegrecer los dientes también se ha documentado en otras regiones del mundo, como en el sudeste asiático, las islas del Pacífico y ciertas comunidades en América del Sur, en Japón, Ohaguro alcanzó una notable sofisticación y un profundo simbolismo cultural.
El acto de ennegrecer los dientes en Japón se convirtió en un marcador de identidad cultural y social que reflejaba los ideales estéticos de la época, así como las complejas interacciones entre belleza, madurez y estatus social. Los estándares de belleza, que son esencialmente construcciones sociales, han variado a lo largo de la historia, y en Japón, hasta finales del siglo XIX, unos dientes teñidos de negro eran considerados un símbolo de atractivo físico, refinamiento y madurez sexual. Sin embargo, reducir Ohaguro a una simple cuestión de estética sería simplificar en exceso su significado. Esta práctica tenía profundas implicaciones en los ámbitos social, espiritual y médico.
Orígenes y evolución de Ohaguro en Japón
En la sociedad japonesa, la práctica del Ohaguro trascendía lo meramente estético, configurándose como una manifestación cultural profundamente enraizada que estaba estrechamente ligada a la madurez, el estatus social y las normas de comportamiento femenino. Durante el período Heian (794-1185 d.C.), una época marcada por una cultura cortesana altamente refinada, las mujeres de la aristocracia adoptaron el ennegrecimiento de los dientes como un componente esencial de su presentación personal. En este contexto, el Ohaguro no solo formaba parte de los rituales de embellecimiento, sino que también servía para afirmar la identidad y el estatus de las mujeres dentro de la corte imperial. El ideal de belleza femenina en este periodo estaba dominado por la búsqueda de una piel extremadamente blanca, lograda mediante el uso de maquillaje elaborado a partir de polvo de arroz. No obstante, este maquillaje, aunque efectivo para crear una apariencia pálida y etérea, tenía el efecto secundario no deseado de resaltar el tono amarillento natural de los dientes, lo cual se consideraba poco atractivo.
Para resolver este dilema estético, las mujeres de la nobleza comenzaron a teñir sus dientes de negro, creando un contraste visual que no solo realzaba la blancura de la piel, sino que también se alineaba con los cánones estéticos de la época. Este contraste entre la piel blanca y los dientes negros no solo embellecía la apariencia física, sino que añadía una dimensión de sofisticación y misterio a la figura femenina, cualidades que eran altamente valoradas en la sociedad Heian. Además, Ohaguro no se limitaba a su función estética; también servía como un rito de paso que marcaba la transición de la niñez a la adultez, un simbolismo crucial en una sociedad donde los roles y expectativas de género estaban claramente definidos y donde el estatus de una mujer dependía en gran medida de su capacidad para cumplir con estos ideales culturales.

Este simbolismo y función social del Ohaguro no se limitó al período Heian, sino que evolucionó y se expandió durante el período Edo (1603-1868 d.C.). En este tiempo, la práctica se extendió más allá de la aristocracia y fue adoptada por mujeres de diversas clases sociales, incluidas mujeres casadas, geishas y prostitutas. En este contexto ampliado, los dientes negros simbolizaban la madurez sexual de una mujer y también indicaban su devoción y lealtad matrimonial. Las mujeres casadas utilizaban Ohaguro como un marcador visible de su estatus, mientras que las geishas y las prostitutas lo incorporaban como parte de su arte de seducción, aumentando su atractivo y exotismo ante los hombres de la época.
El acto de ennegrecer los dientes se convirtió en una práctica ritualizada que no solo marcaba el paso de una etapa vital a otra, sino que también funcionaba como una manifestación externa de los valores internos de la sociedad japonesa. A medida que la práctica se difundía, adquiría nuevos significados y matices, reflejando las dinámicas sociales y culturales cambiantes de Japón. La continuidad y adaptación de Ohaguro a lo largo de los siglos evidencian su importancia no solo como un estándar de belleza, sino como un elemento integral del tejido social que ayudaba a definir la identidad y el rol de las mujeres en una sociedad en constante evolución.
Aunque aparentemente centrada en la apariencia externa, la práctica de Ohaguro revela aspectos profundos sobre las estructuras de poder y las expectativas de género en la sociedad japonesa. La aceptación y perpetuación de esta costumbre durante siglos demuestran cómo las normas de belleza pueden ser tanto una herramienta de control social como una expresión de identidad personal y comunitaria. Incluso después de que la práctica comenzó a declinar durante el período Meiji (1868-1912 d.C.), debido a la influencia de la modernización y la occidentalización, su legado persiste en la cultura popular japonesa y en el ámbito académico, ofreciendo un ejemplo fascinante de cómo la estética y el estatus social pueden estar entrelazados en formas complejas y significativas.
El tinte y su significado simbólico
El proceso de ennegrecimiento de los dientes era un ritual en sí mismo. El tinte tradicional se elaboraba mediante la inmersión de limaduras de hierro en una solución de vinagre y sake o té. A medida que el hierro se oxidaba, el líquido se volvía de un color negro intenso. Esta mezcla, conocida como “Kanemizu” (鉄漿水), se bebía diariamente o cada pocos días para mantener el efecto.
La composición del tinte no solo tenía un propósito estético, sino que también se creía que tenía propiedades medicinales. El hierro oxidado, en combinación con las especias como canela, clavo y anís, ayudaba a fortalecer los dientes y protegerlos contra las caries y las enfermedades de las encías, un beneficio añadido que sin duda contribuyó a la popularidad y persistencia de la práctica.
Además de ser un distintivo de belleza, Ohaguro tenía connotaciones simbólicas relacionadas con el estado civil y la madurez sexual. Durante el período Edo (1603-1868 d.C.), las mujeres casadas, así como las mujeres solteras mayores de 18 años, prostitutas y geishas, adoptaron esta práctica. En algunos casos, el ennegrecimiento de los dientes marcaba el paso de una niña a la adultez, como en el caso de las hijas de los comandantes militares del período Muromachi (1336-1573 d.C.), quienes comenzaban a teñir sus dientes de negro alrededor de los 8 a 10 años de edad.
Los samuráis, conocidos por su estricto código de honor, también adoptaron Ohaguro como una demostración de lealtad y devoción hacia sus señores. En este contexto, el ennegrecimiento de los dientes se convirtió en un emblema de fidelidad y disciplina, reflejando las complejas interacciones entre estética y moralidad en la sociedad japonesa de la época.

El declive de Ohaguro y su persistencia en la cultura popular
Con la llegada del período Meiji (1868-1912 d.C.), Japón atravesó un proceso de transformación radical orientado a modernizar el país y a equipararlo con las potencias occidentales. Este período fue marcado por una serie de reformas políticas, sociales y culturales que buscaban construir una nueva identidad nacional, desvinculada de muchas de las tradiciones que habían definido a Japón durante siglos. Como parte de este esfuerzo por modernizarse y proyectar una imagen más alineada con los estándares occidentales, muchas prácticas tradicionales fueron abandonadas, incluyendo el Ohaguro. En 1870, el gobierno Meiji decretó la prohibición oficial de Ohaguro, considerándola una costumbre arcaica que ya no tenía cabida en la nueva era de modernización y progreso.
A pesar de su prohibición, el legado de Ohaguro no desapareció por completo, sino que encontró nuevas formas de persistir dentro de la cultura japonesa, especialmente en el folclore y la literatura. Un ejemplo notable de esta persistencia es la figura del yokai **Ohaguro Bettari** (お歯黒べったり), un ser sobrenatural que aparece en relatos populares y leyendas urbanas. Este yokai se describe como una mujer de apariencia aterradora con dientes negros, cuya función en las historias es asustar a los jóvenes imprudentes, sirviendo así como un recordatorio de las antiguas tradiciones y las transformaciones sociales que Japón ha experimentado a lo largo de su historia.
En resumen, Ohaguro fue mucho más que una moda pasajera; representó una expresión cultural profundamente arraigada que reflejaba no solo los estándares de belleza, sino también las normas sociales, las creencias espirituales y los conocimientos médicos de la sociedad japonesa de épocas anteriores. El estudio de esta práctica ofrece una valiosa perspectiva para comprender cómo las tradiciones estéticas pueden encapsular y transmitir los valores, las jerarquías y las estructuras sociales de una civilización. Aunque la práctica haya desaparecido en su forma original, su impacto cultural sigue siendo relevante, proporcionando una ventana al pasado que permite entender mejor la evolución de la identidad japonesa y sus complejas interacciones con las fuerzas de la modernización.
Imagen de portada: Represenracion de ohaguro dientes ennegrecidos en una mujer. (Dominio público)